El deseo por parte de los profesores de música de educar el oído musical de sus alumnos no es nuevo: muchos han buscado diversas maneras de hacerlo. Unos han elegido aplicar el método Kodaly, intentando integrar los dos sistemas, Do fijo y Do movible. Otros han decidido adoptar directamente el sistema inglés-alemán del Do movible usando letras como nombres de notas, que es el sistema que utiliza Gordon en su Music Learning Theory (MLT). Otros, viendo los inconvenientes de esas dos opciones cuando en la tradición musical del país lo normal es usar el Do fijo (cuando do, re, mi… son los nombres de las notas), han optado por emplear números que corresponden a los grados de la escala (muchas veces escritos con números romanos, con la tónica = I, dominante = V, etc.).
Lo primero que estos últimos preguntan cuando por primera vez conocen las ideas de Gordon, es ¿no vienen a ser lo mismo las sílabas tonales y los números? ¿Porqué cambiar de sistema si los números ya nos van bien?
Hay varias razones que hacen que sea más efectivo utilizar las sílabas tonales en lugar de números. Gordon explica detalladamente estas razones en su libro Learning Sequences in Music; aquí intentaré hacer un resumen de ellas.
Lo primero que hay que tener en cuenta es la premisa de Gordon de que cuanto antes se empiece a educar el oído musical, mejor. La metodología de Gordon se puede aplicar en niños muy pequeños, y justamente por este hecho hay que tener en cuenta las diferentes etapas de desarrollo de los alumnos. Muchos psicólogos ahora están criticando el planteamiento actual de la educación por esta razón: con frecuencia no nos damos cuenta de que lo que exigimos a los niños implica unas habilidades mentales que su cerebro aún no ha desarrollado lo suficiente. Esto pasa con el grado de comprensión abstracta que requiere el uso de los números para educar el oído musical.
Es verdad que los niños ya conocen los números y saben contar desde muy pequeños; esto podría parecer una ventaja. Sin embargo, aunque saben contar, utilizar números cardinales les es más difícil y les cuesta contar hacia atrás o saltar números, lo cual es necesario para emplear este sistema, donde encima a veces han de contar hacia atrás y saltar números a la vez. Y si la melodía sobrepasa la octava, les confunde tener que decidir si utilizar el 1 o el 8.
Además, si el niño está estudiando a la vez un instrumento, estará utilizando números para varias otras cosas, como los dedos (los grados tonales pueden ir en el orden contrario a los dedos), las posiciones o para contar el ritmo (si no utiliza sílabas rítmicas), creando confusión y dificultando el aprendizaje en algunos niños.
Otra razón importante es que con los números no hay manera de expresar las alteraciones, con la consecuencia de que no se suele enseñar el modo menor armónico hasta muy tarde (con lo útil que es para el sentido tonal contrastar los dos modos) ni tampoco patrones cromáticos ni de modulación. Cuando se cantan o tocan alteraciones utilizando el mismo número que la nota sin alterar se frustra la formación del oído musical. Emplear fracciones para solventar el problema (el 4º grado sostenido: 4 y 1/2) es poco práctico, y usar 12 números para la escala cromática no haría más que crear nuevos problemas, ya que los números no se corresponderían con los grados de la escala.
Dicho todo esto, para Gordon el problema más grande del sistema numérico es cuando se quiere asignar un número a la tónica o nota de reposo. En el caso de que se dé prioridad a la tonalidad sin tener en cuenta el modo, tiene sentido que la tónica en cada tonalidad sea el 1. Sin embargo, de esta manera no se puede diferenciar modo mayor y menor ni otros modos: el tercer grado de la escala tanto en mayor como en menor sería el 3 – siendo una nota diferente – y el patrón 1-3-1 sonaría diferente en los distintos modos. También se vuelve muy difícil tratar con flexibilidad las modulaciones. Si, en cambio, se asigna un número diferente a la tónica de cada modo (1 a la tónica en mayor, 6 a la tónica en menor) el orden de los números se vuelve muy confuso (el orden sólo sería lógico en mayor, y en este caso únicamente dentro del rango de una octava).
Para los niños pequeños, manejar todas estas confusiones depende mucho más de su inteligencia que de su habilidad musical y no contribuye casi nada a su capacidad de escuchar interiormente y pensar la música. Con alumnos mayores que ya han aprendido a leer música, los números pueden ser útiles para enseñar la teoría musical, pero debemos tener en cuenta que la capacidad de pensar de manera abstracta no está del todo desarrollada hasta los 11-12 años. Cualquier intento de enseñar conceptos teóricos a un niño de menos edad puede conseguir que sepa repetir las respuestas correctas, pero no conseguirá que tenga una comprensión real de los conceptos ni que sea capaz de manejarlos.
En contraste, el uso de las sílabas tonales permite que los alumnos, desde pequeños, puedan comprender las funciones tonales y diferenciar entre distintos modos sin ninguna confusión y sin sufrir explicaciones teóricas que difícilmente llegan a entender (no es más que ver el poco entusiasmo que suelen mostrar los alumnos jóvenes ante una clase tradicional de lenguaje musical). Cuando han aprendido un vocabulario de patrones tonales a nivel auditivo/oral utilizando sílabas neutras, los alumnos aprenden fácilmente a asociarlos con sus correspondientes sílabas tonales – les es mucho más fácil esto que aprender a usar números de una manera extraña y confusa para ellos, y que además no les proporcionará la misma comprensión musical ni les servirá para entrenar bien el oído musical.
Para Gordon, la manera más efectiva de educar el oído musical es mediante el uso de patrones formados con sílabas tonales dentro de un sistema de tónica movible, en que la tónica de cada modo tiene su propia sílaba. En el sistema de Do movible, estas sílabas tonales son do, re, mi, fa, so, la, ti. En este blog propongo otras sílabas tonales para aquellas personas acostumbradas a usar do, re, mi… como nombres de notas y que tienen interés en aplicar las ideas de Gordon en sus clases o para mejorar su propia educación musical sin sufrir la confusión que les puede causar, a ellos o a sus alumnos, usar do, re, mi… como sílabas tonales.