El concepto clave de la Teoría del aprendizaje musical (MLT) de Edwin Gordon es lo que él bautizó con el nombre de “audiation“, la capacidad que tenemos todos, y que podemos desarrollar, de escuchar interiormente y dar sentido a la música. Gordon decidió, allá por los años 80 del siglo pasado, que en su idioma faltaba un término para definir el proceso mental de oír música sin que esté físicamente presente, comprender la sintaxis de esa música y ser capaz de crear mentalmente nuevas ideas musicales. El equivalente de pensar, entender y crear ideas con palabras, pero en música.
Por alguna razón difícil de entender, a esa capacidad innata del ser humano no se le había asignado una palabra concreta (por lo menos en nuestra cultura) hasta que lo hizo Gordon, a pesar de que el fenómeno existe desde los orígenes de nuestra especie y posiblemente incluso desde antes del desarrollo del lenguaje hablado. Tampoco existe en castellano ni en las otras lenguas romances.
En inglés la palabra creada por Gordon ya comienza a usarse ampliamente fuera del ámbito de la MLT y tiene toda la pinta de haber venido para quedarse. Es lógico porque cubre una necesidad. Hace falta poder referirse no sólo al concepto sino a la acción en sí, lo que en inglés sería el verbo “to audiate” con su correspondiente conjugación. Es algo que hacemos, y si nuestro objetivo es desarrollar esta habilidad tenemos que poder hablar de quién, cuándo, cómo y en qué circunstancias lo hace y cómo fomentarla.
Mi pregunta es: si el castellano sufre la misma carencia de palabra para un concepto tan antiguo, ¿por qué usar una palabra extranjera como si fuera un concepto nuevo importado? Si Gordon creó una para el inglés ¿por qué no crear una para el castellano? Si el concepto existe lo que hay que hacer es darle la importancia que merece y asignarle ya una palabra. El castellano, como todo idioma vivo, es capaz de crear palabras cuando surge la necesidad. Aprovechando la idea de Gordon (basada enteramente en raíces latinas) propongo que utilicemos la palabra “audiación”.
Puede parecer poco importante el uso de una palabra u otra cuando nuestro objetivo es enseñar música. Sin embargo, usar la palabra “audiation” en inglés da a entender que en nuestro idioma tal concepto no existe, con la consiguiente connotación de que en los países de habla inglesa se da importancia al concepto y aquí, no. Da a entender que la enseñanza musical según la MLT se basa en un concepto foráneo, lo cual implica que pensar música es algo que saben hacer ellos pero nosotros no y que tenemos que aprender a hacerlo como lo hacen ellos.
¿Es lo que queremos dar a entender? Espero que no. En el país de Gordon tampoco existía la palabra hasta que él decidió crearla. Si nosotros también consideramos importante la capacidad de pensar música, deberíamos hacer lo mismo. Al crear la palabra, al concepto le daremos la importancia que merece. La capacidad existe en nosotros desde el momento de nacer: lo que hay que hacer es desarrollarla. ¿Desarrollar qué? La audiación.
Por lo que a mí respecta, de ahora en adelante, pienso hablar y escribir de la audiación, de cómo audiamos, de cómo cualquiera puede llegar a audiar de la manera en que estoy ahora mismo audiando las canciones que enseñaré mañana y de cómo mis alumnos las audiarán también, si hago bien mi trabajo.
No sé cuánto tardará en llegar la palabra a oídos de la Academia de la Lengua, pero a partir de ahora mismo comienza su andadura. ¡Larga vida a la audiación!
Como siempre, os recuerdo que son bienvenidos los comentarios!