Cuando pensamos, según cada persona y su situación, lo hacemos de varias maneras. Normalmente lo hacemos asociando nuestras ideas a palabras (en las personas que hablan más de un idioma los pensamientos pueden cambiar de idioma según el tema que les ocupa o según su entorno). Pero también pensamos, a veces, en imágenes: los recuerdos suelen presentarse de esta forma, o incluso en forma de olores o sensaciones táctiles. Lo que no se tiene tan en cuenta es que también pensamos “en música”. Igual que “vemos” mentalmente una imagen o pensamos con palabras de un idioma u otro, también “oímos” sonidos musicales sin que esten presentes y sentimos ritmos sin que haya tambores cerca. Todos nacemos con esta capacidad. De hecho, esta capacidad es la que nos permite aprender a hablar.
Edwin Gordon creó la palabra “audiation” para referirse al proceso mental mediante el cual podemos no sólo percibir sino comprender la música sin estar escuchándola físicamente en ese momento. Es más que el simple hecho de oír notas en nuestras cabezas, es entenderlas y poder crear nuevas ideas musicales mentalmente, igual que pensamos ideas con palabras. Para Gordon, la educación musical debe basarse en enseñar a comprender la música que oímos y crear con criterio nuevas ideas musicales mentalmente. En este sentido habla de desarrollar la “audiation“, o el pensamiento musical.
En el proceso de aprender a hablar, incluso teniendo vocabulario, hay que saber combinar con criterio las palabras para expresar bien una idea. Somos cultos cuando llegamos a comprender y apreciar el arte con que algunos expresan con palabras las ideas; y si lo hacemos bien, nos consideran poetas, escritores o filósofos. La clave aquí es la idea, un pensamiento – un proceso mental cuyo “material” son las palabras. Cuando decimos “pensar” solemos referirnos a esto; si pensamos con criterio, comprendemos y nos expresamos bien.
Existe este mismo proceso en la música, pero no tenemos una palabra para nombrarlo. Tampoco existía en inglés, y por eso Gordon inventó la palabra “audiation”. Pensamientos – ideas – cuyo “material” son sonidos musicales: cognición o pensamiento musical. En este blog recurro al término “oído musical“, porque algo tiene que ver con el oído, más bien el oído “interior”, aunque el sentido en que lo uso se aleja de la aceptación popular que suele referirse a la capacidad de identificar notas al escucharlas. Algunas veces se dice “escuchar interiormente”, pero, así como las ideas son mucho más que los sonidos de la palabras que las conforman, no basta con escuchar interiormente las notas: hay que darles significado, comprenderlas musicalmente. Esto es “audiation” y es la base de la comunicación musical. Como este concepto no es nuevo a pesar de no habérsele asignado una palabra específica hasta la “audiation” de Gordon, propongo, por las razones que explico en otra entrada, utilizar en castellano lo que sería su equivalente: “audiación” ya que el concepto difícilmente recibirá la atención que merece si no tiene una palabra propia.
¿Cómo no basar la educación musical en desarrollar el pensamiento musical o audiación? En distinguir auditívamente métricas, funciones rítmicas, modos, funciones tonales, comprender mediante el movimiento corporal los elementos dinámicos, de tempo, de articulación, de expresión – todo esto es lo que conforma nuestro pensamiento musical, y una persona que no distingue auditívamente estos elementos difícilmente podrá expresarse musicalmente con fluidez ni comprender el significado de una partitura musical más allá de lo puramente teórico.
La capacidad de desarrollar la audiación está en su punto más álgido al nacer, y conforme pasan los años esta capacidad se va disminuyendo si no recibe suficiente estímulo musical. Gordon advierte de que aunque actualmente no parece haber falta de estímulo musical con la música grabada presente en casi todos los ámbitos, el verdadero estímulo musical viene principalmente de la voz humana en vivo y en directo en el entorno del niño.
Para desarrollar su audiación es importante que los recién nacidos y niños pequeños experimenten una “inmersión” musical parecida a la que experimentan con el lenguaje, y que la educación musical posterior esté enfocada a aprender a distinguir, identificar (primero auditivamente y luego verbalmente) y utilizar creativamente los elementos musicales más básicos. Esto es lo primordial. Una vez conseguido esto llegará con el tiempo el momento de reconocer lo aprendido en una partitura, porque ¿enseñaríamos a leer y escribir a un niño que todavía no sabe hablar? ¿Le enseñaríamos a hablar mostrándole las letras del alfabeto?
Es hora de que los profesores de música vean la importancia de la audiaciòn en la educación musical. Lo importante es enseñar a pensar música, a comprenderla y a compartir con criterio ideas musicales propias. Dejemos de confundir la lectura musical con saber música. Quien comprende la música aprende fácilmente a leerla. Leer música sin comprenderla es una actividad vacía y es una de los motivos de abandono de los estudios musicales; en cambio, una educación musical basada en la audiación es motivo de entusiasmo ya que abre las puertas al universo infinito que es la música y permite al alumno disfrutar de ella de manera independiente toda su vida.