Según la teoría del aprendizaje musical (MLT), uno de los aspectos más importantes de la educación musical es fomentar la creatividad. Es mediante la creatividad y la improvisación que el alumno asimila nuevos conocimientos y habilidades, poniéndolos en práctica. Este aspecto suele descuidarse en el enfoque tradicional. No fomentar la improvisación es olvidar que un niño, cuando aprende a hablar, lo hace a base de improvisar con su nuevo vocabulario, no leyendo palabras fuera de contexto sin expresar una idea propia. Cuando un niño aprende a hablar es precisamente para comunicar sus necesidades y sentimientos, y echa mano de la creatividad para hacerlo; en este intento de usar su nuevo vocabulario (lo que al principio suelen parecer simples sonidos) un niño aprende el funcionamiento del idioma. Así debería ser en la música: al enseñarle a un alumno a comunicar sus propias ideas a través de la música no solo le damos una salida a su natural impulso creativo, ya de por sí importante, sino que le ayudamos a comprender en primera persona (y no sólo como conocimiento teórico) el “sintaxis” del arte musical. De este modo aprenderá a entender las ideas de otros compositores e interpretar sus obras con comprensión.
El primer paso es cantar, que es lo que más nos ayuda a interiorizar y asimilar los conceptos musicales. Al principio esto consiste en imitar patrones tonales y rítmicos, empezando con sílabas neutras. Cuando el alumno es capaz de hacer esto con cierta precisión significa que tiene una comprensión auditiva del concepto. Sin embargo, hasta que no lo pueda poner en práctica usándolo de manera creativa a ver si “funciona”, no lo tendrá del todo asumido, como en el lenguaje. La creatividad empieza desde el primer día, en el momento en que se establece una “conversación” entre profesor y alumno, cuando este responde con sus propios patrones, aunque no sean “correctos” o coherentes (ya los irá corrigiendo). El siguiente paso, cuando el alumno distingue auditivamente y maneja el concepto en cuestión usando sílabas neutras (nota de reposo, macropulso, métrica binaria/ternaria, tónica/dominante, etc.), es pasar a la asociación verbal, esto es, asignar nombres a los conceptos, sea en forma de palabras o sílabas tonales y rítmicas.
Gordon distingue claramente entre la exploración, la creatividad y la improvisación. En la exploración dejamos rienda suelta a nuestra imaginación, sin pautas ni restricciones, explorando los sonidos del instrumento. En la creatividad seguimos dejando rienda suelta a nuestra imaginación, pero esta vez dentro de un contexto tonal y/o rítmico. En cambio, la improvisación nos obliga a seguir unas pautas concretas de contenido, sea de ritmo, melodía o estructura armónica, entre otras. La exploración pura es necesaria para experimentar, descubrir sonoridades y expresar sensaciones; en cambio, la creatividad y la improvisación son necesarias para aprender a manejar la sintaxis musical. Así, en algunos momentos nuestras “conversaciones” rítmicas o tonales serán puramente explorativas (en este caso siempre usaremos sílabas neutras); en cambio, ya llegados a la etapa de asociación verbal cuando lo que se trata es de clasificar conceptos, se pueden usar sílabas rítmicas y tonales (solo al trabajar separadamente ritmo y/o contenido tonal, nunca cuando se combina notas y ritmo) para ayudar al alumno a dar un paso más demostrando saber identificar un concepto, nombrarlo y usarlo en la práctica en patrones improvisados usando las sílabas correspondientes. Este paso está entre lo que se llama “aprendizaje por inferencia”, cuando el alumno aplica sus conocimientos en nuevas situaciones a través de la generalización.
Creatividad e Improvisación
Con unos pocos conceptos rítmicos y tonales ya asimilados, se combinan patrones rítmicos y tonales para crear pequeñas piezas o acompañamientos (en este caso se usan sílabas neutras – nunca se usan las sílabas rítmicas con melodía ni se interpretan sílabas tonales con ritmo: las sílabas son herramientas para comprender las funciones tonales y rítmicas por separado, no para interpretar música). En la creatividad la consigna sería sencillamente mantenerse dentro de una métrica o modo en particular, mientras que en la improvisación sería utilizar cierto contenido rítmico o tonal específico; por ejemplo, hacer diferentes patrones rítmicos con divisiones o diferentes patrones tonales de tónica, o en un nivel más avanzado, seguir una progresión de acordes en particular.
En la enseñanza del instrumento, lo que hacemos con la voz se ejecuta seguidamente, si es posible, con el instrumento. Cualquier instrumento ofrece posibilidades para la improvisación, incluso los que, al principio, se resisten a ofrecer sus mejores sonidos. El piano se presta fácilmente para dar voz a los primeros impulsos creativos, pero otros instrumentos también ofrecen sus propias posibilidades: en la flauta y otros instrumentos de viento se puede usar la boquilla; en los instrumentos de cuerda, tocar pizzicato, golpear la tapa con los dedos, etc. Aunque sea un solo sonido, inclasificable como nota musical, ya se pueden improvisar ritmos. Y cuando ya suena una nota musical se puede hacer un acompañamiento con la nota de reposo. Con dos notas ya hay un comienzo de patrones tonales – si hay posibilidad de hacer tónica y dominante, mejor aún. Pero sea lo que sea, todo se canta primero (o, si son ritmos, se recitan).
Desde el primer día de clase, después de adquirir nuevo vocabulario musical a través de la imitación (Gordon llama esto “aprendizaje por discriminación”) las actividades de creatividad e improvisación llevan al alumno a hacerse dueño de los nuevos conceptos tonales y rítmicos por separado. Luego, combinando los dos aspectos en pequeños patrones melódicos que al juntarse forman pequeñas piezas, el alumno se apodera de su recién adquirido conocimiento, creciendo musicalmente a cada paso.
Variación
Un importante concepto dentro de la improvisación es el de la variación. De hecho, la improvisación generalmente se ha entendido como la variación de un tema que nos da la pauta a seguir: sin esta pauta sería pura creatividad. Saber cómo variar nos hace conscientes de todos los recursos a nuestro alcance. Variar puede ir desde cambiar ligeramente un sencillo patrón rítmico o cambiar el orden de las notas de un patrón tonal a crear acompañamientos distintos o introducir otras notas, sean de la misma función tonal o notas de paso y notas vecinas, junto con cambios de ritmo. También se puede experimentar con cambios de métrica, modo, y por supuesto transportar.
Se empieza probando las distintas posibilidades de variar una sola nota sin cambiar su contexto armónico: la podemos repetir, podemos ir a una nota superior o inferior y volver, podemos seguir hasta la siguiente nota de la misma función tonal o podemos llegar a otra de ellas mediante un salto. Todos estos cambios implican un cambio de ritmo, que puede ser muy variado pero tiene que encajar en la métrica y respetar el resto de la notas de la melodía. Todas estas cuestiones enseñan las muchas posibilidades a nuestro alcance junto con las limitaciones que hay que respetar.
Exploración
Recordemos, sin embargo, que el alumno no siempre tiene que mantenerse en un contexto o seguir pautas rítmicas y tonales – es bueno que dé rienda suelta a su imaginación jugando libremente con su instrumento. Cuando el alumno se deja llevar por su oído musical, le puede llevar a terrenos desconocidos que serán fuente de nuevos descubrimientos tonales, rítmicos y también técnicos (incluso cometiendo “barbaridades” en cuanto a la técnica – nada mejor que meterse en “líos” o descubrir retos para luego entender la razón de las buenas prácticas). Si tiene asimilados los conceptos básicos de la métrica, las funciones rítmicas, la nota de reposo y las funciones tonales, podrá contrastar sus intentos de libre creación con estos conceptos “limitadores” y aprender a integrarlos, en un proceso natural de aprendizaje similar al del lenguaje: podrá aplicar sus descubrimientos en sus improvisaciones, combinándolos con el manejo del ritmo y las funciones tonales.
Aprendizaje en espiral
Este tipo de aprendizaje es el que caracteriza la teoría del aprendizaje musical de Gordon, donde vemos que un mismo concepto se aplica en todos los niveles, aumentando la complejidad de acuerdo con las habilidades del alumno. No hay que esperar a que el alumno tenga conocimientos teóricos y un dominio del instrumento: la exploración, la creatividad y la improvisación deben estar presentes desde el primer día de clase. No debe considerarse un extra sino la manera más eficaz de conseguir que el alumno aprenda y se apodere de sus conocimientos para que estos le sirvan en su propio camino musical.
En una próxima entrada (La creatividad en clase de instrumento con MLT, 2ª parte) incluiré una série de pequeños videos hechos en clase con alumnos, para ilustrar las diferentes maneras de abordar estos conceptos.